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miércoles mayo 5, 2021 Lección 6: Para el 8 de mayo de 2021 LA SIMIENTE DE ABRAHAMSábado 1º de mayo LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Ezequiel 16:8; Deuteronomio 28:1, 15; Jeremías 11:8; Génesis 6:5; Juan 10:27, 28; Gálatas 3:26–29; Romanos 4:16, 17.
“En un pueblito, el reloj del escaparate del joyero se detuvo un día a las nueve menos cuarto. Muchos de los ciudadanos dependían de este reloj para saber la hora. […] Muchos llegaron tarde esa mañana porque un relojito en la vidriera del joyero se había detenido” (C. L. Paddock, God’s Minutes, p. 244, adaptado). Qué representación precisa del fracaso del antiguo Israel. El Señor colocó a Israel “en medio de las naciones” (Eze. 5:5), en el punto estratégico entre tres continentes (África, Europa y Asia). Debían ser el “reloj” espiritual del mundo. No obstante, Israel, al igual que el reloj del escaparate del joyero, en cierto sentido, se detuvo. Sin embargo, no fue un fracaso total; porque en aquel entonces, como hoy, Dios tenía un remanente fiel. El estudio de esta semana se centra en la identidad y el papel del verdadero Israel de Dios en cada época, incluida la nuestra.
Lección 6 // Domingo 2 de mayo “MÁS QUE TODOS LOS PUEBLOS...”
No cabe dudas al respecto: el Señor había elegido específicamente al pueblo hebreo para que fuera su representante especial en la Tierra. La palabra traducida como “especial” en el versículo anterior, segulah, puede significar “propiedad valiosa” o “tesoro peculiar”. También es esencial recordar que esta decisión fue totalmente un acto de Dios, una expresión de su gracia. El pueblo, en sí, no tenía nada que lo hiciera merecedor de esta gracia, porque la gracia es algo inmerecido.
“¿Por qué Yahvéh escogió a Israel? Eso era inescrutable. Era un grupito de gente sin gran cultura ni prestigio. No poseía cualidades personales especiales que justificaran esa elección. La elección fue exclusivamente obra de Dios […]. La causa primordial de esa elección se encuentra en el misterio del amor divino. Sin embargo, el hecho es que Dios amó a Israel y lo escogió, y así cumplió su promesa hecha a los padres. […] Había sido elegido en virtud del amor que le tenía Yahvéh. Había sido liberado de la esclavitud de Egipto por una demostración del poder de Yahvéh. Si alguna vez captara estos grandes hechos, se daría cuenta de que en verdad era un pueblo santo y sumamente apreciado. Por lo tanto, cualquier tendencia suya a renunciar a un estatus tan noble era extremadamente reprobable” (J. A. Thompson, Deuteronomy, pp. 130, 131). Según el plan divino, los israelitas debían ser un linaje real y sacerdotal. En un mundo de maldad, serían reyes, morales y espirituales, en el sentido de que prevalecerían sobre el dominio del pecado (Apoc. 20:6). Como sacerdotes, debían acercarse al Señor en oración, alabanza y sacrificio. Como intermediarios entre Dios y los paganos, debían servir como instructores, predicadores y profetas, y debían ser ejemplos de una vida santa: los exponentes celestiales de la verdadera religión.
Lección 6 // Lunes 3 de mayo ACUERDO DE TIERRAS La promesa de que se daría una tierra al pueblo de Dios, Israel, primeramente la recibió Abraham y luego les fue repetida a Isaac y a Jacob. Las palabras de José en su lecho de muerte repiten esta promesa (Gén. 50:24). Sin embargo, Dios informó a Abraham que pasarían “cuatrocientos años” antes de que la simiente de Abraham tomara posesión de la tierra (Gén. 15:13, 16). El cumplimiento de la promesa comenzó en los días de Moisés y de Josué. Moisés repitió el mandato divino: “Mirad, yo os he entregado la tierra; entrad y poseed la tierra” (Deut. 1:8).
La primera parte de Deuteronomio 28 describe las bendiciones que recibiría Israel si cumplía la voluntad de Dios. La otra parte del capítulo trata de las maldiciones que le sobrevendrían si no cumplía. Estas maldiciones fueron “en gran parte, aunque no totalmente, provocadas simplemente al darle al pecado la posibilidad de concretar sus resultados malvados. […] ‘Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción’ (Gál. 6:8). Como el agua que, por sí sola, no dejará de correr hasta encontrar su nivel; como un reloj que, por sí solo, no dejará de funcionar hasta que se haya agotado por completo; como un árbol que, si se deja crecer, no puede sino dar su fruto apropiado; así también el pecado tiene un nivel que buscar, un curso que seguir, un fruto que madurar, y ‘el fin de ell[o]s es muerte’ (Rom. [6:] 21)” (The Pulpit Commentary: Deuteronomy, t. 3, p. 439). A pesar de todas las promesas de tierras, esas promesas no eran incondicionales; surgieron como parte de un pacto. Israel tenía que cumplir su parte del trato; de lo contrario, las promesas podían anularse. El Señor dejó muy en claro, más de una vez, que si desobedecía, la tierra le sería quitada. Lee Levítico 26:27 al 33. Es difícil imaginar cómo el Señor pudo haber sido más explícito con sus palabras.
Lección 6 // Martes 4 de mayo ISRAEL Y EL PACTO
Lee bien este versículo. El Señor dice que traerá sobre ellos “todas las palabras de este pacto”. Sin embargo, ¡está hablando de algo malo! Aunque tendemos a pensar que el Pacto nos ofrece solo algo bueno, existe la otra cara. Este principio se vio con Noé. Dios le ofreció algo maravilloso: preservarlo de la destrucción; pero Noé tuvo que obedecer para recibir las bendiciones de la gracia de Dios. Si no lo hacía, se aplicaría la otra parte del Pacto.
Desgraciadamente, la historia de Israel como nación fue, mayormente, un reiterado patrón de apostasía, seguido de juicios divinos, arrepentimiento y un período de obediencia. Solo brevemente, bajo los reinados de David y de Salomón, controlaron la extensión total del territorio prometido. Examina estos versículos de Jeremías sobre la apostasía de Israel. “Dicen: Si alguno dejare a su mujer, y yéndose ésta de él se juntare a otro hombre, ¿volverá a ella más? ¿No será tal tierra del todo amancillada? Tú, pues, has fornicado con muchos amigos; mas ¡vuélvete a mí! dice Jehová. […] Pero como la esposa infiel abandona a su compañero, así prevaricasteis contra mí, oh casa de Israel, dice Jehová” (Jer. 3:1, 20, énfasis añadido). Esto trae a colación algo que se mencionó anteriormente: el pacto que Dios quiere hacer con nosotros no es simplemente un acuerdo legal y frío hecho entre empresarios, por el que cada uno busca sacar la mejor tajada. La relación de pacto es un compromiso tan serio y sagrado como el matrimonio, razón por la cual el Señor usa las imágenes que usa. La cuestión es que la apostasía de Israel no tuvo su causa en la desobediencia, sino en una relación personal rota con el Señor; ruptura que causó desobediencia y finalmente trajo castigo sobre ellos.
Lección 6 // Miércoles 5 de mayo EL REMANENTE
Aunque el plan de Dios para el antiguo Israel se arruinó por la desobediencia, nunca se frustró completamente. Entre las malezas, todavía crecían algunas flores. Muchos de los profetas del Antiguo Testamento hablan de este fiel remanente, a quien Dios reuniría para sí como un hermoso ramo. El propósito de Dios al crear y conservar un remanente fiel fue el mismo que para todo Israel: usarlo como instrumento divinamente designado para declarar “mi gloria entre las naciones” (Isa. 66:19). De esta manera, otros se unirían a los fieles para “adorar al Rey, a Jehová de los ejércitos” (Zac. 14:16). Por lo tanto, no importa cuán mala se haya vuelto la situación, Dios siempre tiene a algunos fieles que, a pesar de la apostasía dentro de las filas del pueblo escogido de Dios, mantuvieron firme su llamado y elección (2 Ped. 1:10). En resumen, al margen de las deficiencias de la nación en general, todavía había quienes trataban de cumplir lo mejor posible su parte del Pacto (ver, p. ej., 1 Rey. 19:14-18). Y, aunque quizás hayan sufrido junto con su nación (como el exilio de la tierra), la promesa final y suprema del Pacto será de ellos, la de la vida eterna.
Lección 6 // Jueves 6 de mayo EL ISRAEL ESPIRITUAL Independientemente de los errores y los defectos del antiguo Israel, el Señor no había acabado con el plan de crear un pueblo fiel para que lo sirviera. De hecho, en el Antiguo Testamento se esperaba con ansias el momento en que el Señor crearía un Israel espiritual, un cuerpo de creyentes fieles, judíos y gentiles, que continuarían la obra de predicar el evangelio al mundo.
Como hijo de Abraham, Cristo llegó a ser, en un sentido especial, heredero de las promesas del Pacto. Mediante el bautismo recibimos consanguineidad con Cristo, y por medio de él adquirimos el derecho a participar en las promesas hechas a Abraham. Por lo tanto, todo lo que Dios prometió a Abraham se encuentra en Cristo, y las promesas llegan a ser nuestras, no por nacionalidad, raza o género, sino por la gracia que Dios nos concede mediante la fe. “La dádiva prometida a Abraham y a su simiente incluía no solo la tierra de Canaán, sino toda la Tierra. Así dice el apóstol: ‘No por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe’ (Rom. 4:13). Y la Biblia enseña claramente que las promesas hechas a Abraham han de ser cumplidas a través de Cristo. […] [Los creyentes llegan a ser] ‘herederos según la promesa’ –herederos de la ‘herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible’–, herederos de la Tierra libre de la maldición del pecado” (PP 167). Esta promesa se cumplirá literalmente cuando los santos vivan en la Tierra Nueva por los siglos de los siglos con Cristo (Dan. 7:27). Lección 6 // Viernes7 de mayo PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: Lee Elena de White, Profetas y reyes, “La viña del Señor”, pp. 11-16; “Esperanza para los paganos”, pp. 272-280; “La casa de Israel”, pp. 519-532. “Dios no reconoce distinción por causa de nacionalidad, raza o casta. Él es el Hacedor de toda la humanidad. Por la Creación, todos los hombres pertenecen a una sola familia; y todos constituyen una por la Redención. Cristo vino para derribar el muro de separación, para abrir todos los departamentos de los atrios del Templo, con el fin de que toda alma tuviese libre acceso a Dios. Su amor es tan amplio, tan profundo y completo que lo compenetra todo. Arrebata de la influencia satánica a los que fueron engañados por sus seducciones, y los coloca al alcance del Trono de Dios, al que rodea el arco iris de la promesa. En Cristo no hay judío, ni griego, ni esclavo ni hombre libre” (PR 274). Lee 1 Pedro 2:9 y 10 para descubrir los cuatro títulos que Pedro aplica a la iglesia. La mayoría de estos títulos se reflejan en los siguientes textos del Antiguo Testamento que se refieren a Israel: Éxodo 19:6 e Isaías 43:20. ¿Qué enfatiza cada uno de estos títulos sobre la relación de la iglesia con Dios? (Por ejemplo, el título “pueblo escogido” enfatiza el hecho de que Dios eligió a la iglesia y tiene un destino específico para ella). PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
Resumen: El verdadero Israel de Dios (ya sea antes o después de la Cruz) es el Israel de la fe, gente que vive en una relación espiritual de pacto con él. Estas personas actúan como representantes del Señor, al presentar al mundo el evangelio de su gracia salvadora. |
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